Poesia
¡Oh Rostro, poderoso Rostro!
Rostro de luz, Rostro de amor,
Rostro ensangrentado de plegarias,
Rostro humilde,
Rostro hundido en la miseria del mundo,
Abofeteado de conceptos,
Avergonzado Rostro.
¡Oh rostro, poderoso Rostro!
Magnífico en la luz del día,
Consolador cuando la luz declina,
Rostro vulnerable al llanto y al dolor,
Rostro indemne, Pura Herida.
Rostro riente en la noche de angustia,
Reguero silencioso de espumas cantarinas,
Acantilado Rostro que interpela a las estrellas
Y estremece el corazón.
¡Oh Rostro, misterioso Rostro!
Venero insepulto frente al espanto callado,
Encendido Rostro que lava mis llagas,
Bálsamo de alegría,
Rostro fecundo en la aridez de mis años,
Limpia verdad, resplandeciente Rostro
sobre los arenales turbios de mis ojos.
Rostro descalzo de ignominia y mentira,
Rostro Santo en la hora de la congoja,
Rostro de misericordia
Que dobla la rodilla de los valientes
Y alza a los pobres hasta la mesa del festín.
¡Oh Rostro, poderoso Rostro,
Rostro Santo, ten piedad!
(Poemas de la criatura)
Inicial
Tú, el Intenso, el Fugaz:
De amaneceres altivo
Y vencedor en el gozo
Tú, el Desatado de la muerte,
Musical en la piedra
O silente y dulcísimo
en el fragor del mar.
Tú, esplendor de lluvias,
Visitador astral y rumoroso
en la tiniebla de la carne,
A quien conocí en el Verbo
de las altas noches.
Tú me engendras
en el cántico y la luz.
1
Dentro de tus ojos mis afanes.
Dentro de tus ojos, mar fecundo,
y en tu mirar tan leve se perdía,
soñolienta, la torpeza de mi rostro.
Como animal pequeño,
arrancado de su urdimbre,
no acertara a despegar los párpados.
Dentro de tus ojos,
prístino mar, tu llanto.
En él mi pena se anega.
2
Facilitaré el verbo,
para Ti, el más hermoso,
voy a liberar la doblez
de la palabra.
Silencio de luz.
Sólo ante tus ojos
mi rostro perdura.
Torre de gracia, me despierto
a tu sombra y existe
en tu mirar, hondísima,
mi piel esclarecida.
3
Recuérdame en tu seno
donde se mora y es.
Perdida rosa.
Nunca transponer,
apenas increado,
el dintel de tu querencia,
pues gravita
alrededor de Ti el espanto.
Recuérdame en tu seno
donde la piel vehemente
muy dulce desnaciera
la impresión quebrada
de tu Aliento.
4
Vísteme de acanto,
pues yo muero por florecer
la Piedra consagrada.
Y toda carne que germina
dispersa en tu Belleza
te desea.
Vísteme de acanto
y seré templo vertido
en jubilosa altura
para contener tu fronda.
5
En tus ojos mido el mar
y me destierro navegando
más adentro del hastío.
O sumergida donde caracolas
ebrias de dulzura te coronen
en rutilante soledad.
Por Ti solo atravieso
los estuarios de la muerte,
tan amarga, y en tu muerte
me alzo hasta la osatura de la luz.
En tus ojos, trepando en tu mirar.
6
Restáurame en el ancho gozo,
dilectísimo fulgor
que ampara y rige
la criatura en Ti despierta.
Devuélveme al regazo
esperante de los días,
donde el amor florece tan redondo
y exultara, cual abril en lunas,
la pesantez oscura
de mi carne al mediodía
sagrado de tu Rostro.
7
Tu palabra es
mi hora tranquila.
Sabor de la paciencia
lentamente degustado
en la pausa de mis venas.
Tu palabra.
Caricia de tu estancia
en mi carne,
mientras duerme el miedo.
8
Visítame en el Nombre
con el agua derramado.
Alcánzame en la distancia
de mí misma
que fulge con tu ausencia.
Cuidador de mi destino,
fecunda el llanto oscuro
que reclama tu piedad
y repara en tu seno ardiente
la piel gastada de mis días.
9
Decir tu Nombre
en los intersticios blancos
de la piedra,
en las vetas de dolor
que transfiguran el destino.
Tu Nombre alto y redondo,
quieto en mí, durmiente,
como en un invierno cálido.
Y estallan los odres de la muerte
en mis pupilas,
cuando en él se espeja
la madurez frutal del Universo.
10
Con la sangre rota
y el miedo acristalado
en mitad del tiempo.
Sobre las llagas de tus pies fecundas
se derrama ahora
el perfume inútil de mi vida.
¿Dónde estás carne del Amor,
Ausencia doliente
que edifica mis huesos?
¡Y tanto dolor abrazado a la fatiga
memorable de tus plantas!
11
Se vierte mi tristeza
Por el ancestral madero de tu Agonía
rezuma el dolor convulso
de la Tierra
sobre la costra sagrada
del Árbol negro.
Gravitando hacia la muerte
Mas en tu cetro quiero ser
Mariposa refulgente
Y desplegar las alas
En el Cáliz abierto de tu herida
2 Reyes 4.13
El calostro de este amanecer
su crueldad
encuentra los ojos abiertos
porque nada distingue
el sueño de la muerte
yo habito en medio de mi pueblo
los labios se secan
se varean los lechos
están vacías
las vasijas de la casa.
Sentado a la lumbre
muy cerca del fuego
sus manos nervudas
de flácidos dedos
acerca a la llama.
Está ya tan viejo
que apenas si puede
sostener su cuerpo
y es blanco, muy blanco
el escaso pelo
que cubre las sienes
del pálido abuelo.
No aparta un instante
sus ojos del suelo
queriendo saber
aquello que viene
después del soplo
del último cierzo.
Y cuando nos llama
tan tenue, tan lento,
parece que llora
la voz del abuelo
En el comienzo (EO) fue el Principio (EO), EO
en el principio fue dios (TEÓS), TEOS
dios (TEÓS) se hizo Tierra (GEO) y GEO
la Tierra (GEO) nació con la Aurora (EOS). EOS
La Aurora (EOS) comienza (EO) todos los días
con el Oro del Principio (EO).
Incipientemente regresaremos al Oro,
incipientemente regresaremos al Comienzo (EO).
Carlos de Gredos
Hoyocasero, 30 de noviembre de 2020
Calma un poco ese ruido que devora,
ralentiza este ritmo, esa locura;
busca la soledad, que el alma añora,
se un poco ingrato y huye de la oscura
tristeza, esa que todo deteriora,
haciendo de la vida una amargura,
interminable noche sin aurora,
que mata en desaliento y desventura.
Mira a tu igual, contempla en él la esencia
que oculta tras su pecho y, alza el vuelo
del lodo que corrompe la existencia.
En paz, anda tu senda que el consuelo
de la vida, es mirar con excelencia
todo el fulgor de Dios, en nuestro cielo.
Quedéme y olvidéme
el rostro recliné sobre el amado;
cesó todo, y dejéme
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
San Juan de la Cruz
Refugiado tras la celda
en sus palabras
las repite obsesivo mientras arde.
Adónde te escondiste, Amado,
adónde tu luz y tu refugio.
Busca al Amado
como se busca en la quebrada
la cuerda que rescata del vacío.
Gimiendo como ciervo,
implorando con un dulce balido,
que la leve luz del charco fértil
que se filtra astillada
en la ventana
sea la semilla perdurable
del incendio.
La espesura de la celda
se enciende de promesas
y destellos.
Pastores y palomas
decidle que me muero
si no columbro su palabra
en esta noche,
si se adensa más la duda.
La voz del que más quiero
y su ventura y el eco
de su lumbre.
Algo fragmenta entonces
aquel lienzo
fraguado en la fosca
turbiedad de lo brumoso.
Como un hilo de plata
en el inicio,
como gota de lluvia que
resbala quizá por la mejilla.
Como incendio más tarde.
Esta noche una obstinada
identidad entre las cosas
preside el recóndito tumulto
de la luz tras la ventana.
Su Voz llena de pájaros y truenos.
Apártalos amado que mi vuelo
cabriolea en el aire de tu pecho.
Apártalos y vámonos a la espesura
dónde el silencio puede hacer
que yo nazca de nuevo.
Y tantas aves y sus cantos
comprensibles ahora a sus oídos,
y el mundo y su alegría
como explosión perenne
ya de signos.
Tras una larga espera,
un blanco olvido
Entrega extrema.
Desandar el lenguaje.
Borrar las huellas.
∞
Ser solo viento
que abraza sin palabras
el desaliento.
∞
Nieve en la boca.
Se escarcha la elocuencia
y abre las sombras.
∞
Clausura estricta.
Tan solo se oye el tiempo
corriente arriba.
∞
Amor en que arden
las cuerdas del sonido.
Cíngulo y sangre.
∞
Destello mudo
en que la noche estalla
y enciende el mundo.
∞
En el silencio,
diecisiete gorriones
alzan el vuelo.
con San Juan de la Cruz
A crisol tú me cuidaste,
A crisol de sufrimiento,
A crisol de fuego y soledad,
A crisol de nieve, hielo e invierno,
Tu luz, como crisol,
Tu luz, como a mármol despertar, frío y llano,
Tu luz como a yermo sol naciente,
Sin calor tu luz como a crisol me cuidó…
Y en el aire del latir,
El latido de tu Verbo Existir,
El latir de tus pupilas fijas en mi,
A crisol de palabra eterna me guiaste,
Por el sol de la virtud,
Arrepentimiento me sanaste,
Del arrepentir de mis arroyos de Ayer,
De mi arrepentimiento me salvaste,
Arrepentido ya sólo me cuidaste,
Donaste mi sabor eterno,
A la Tierra de mortales,
Donaste tu dolor perpetuo,
Perpetuando tu don siempre eterno.
Y con gracias, y dones lleno,
Con aires, brisas y virtudes,
El Espíritu y la vida me ofrecisteis,
Me cuidaste con dolor, a fuego de espíritu
En el torno de tu luz
Más...
"¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros ..."
Teresa de Jesús
I
¡Cuan grave, oh muralla,
me respiras y consientes!
Peso secular que me aherroja
el alma, la envuelve y arrastra.
¡Oh precipitado, ansioso crujir,
inadecuado vestido de fiesta
bajo el resplandor de la luna
escarchada de hastío!
II
Mas yo quisiera volar
lejos de la sangre oscura.
¡Ay prisionera, edad ingrata!
Si pudiera volver a las ermitas
o descalza pisara de nuevo
el amor de la hierba.
Si junto al pozo otra vez
bebiera el aliento perfumado
de los insectos,
o volar
mas no escribir ,
si no fuera obediencia
y no volara si no escribiera
-repugnancia o deseo
de romper la prisión-
¡Ay de la pluma rota y manchada!
¿Dónde las alas de mi decir?
III
Ahora mi alma reposa,
mi deseo nunca más esquivo
eternamente consagrado,
amen, junto al ameno rio,
brazo incólume que sostuviera
la pluma y el ala rota.
Corazón intempestivo,
de nuevo aherrojado, mas ya no preso,
plata realzada en su ardor.
Alba, le dicen, junto al río,
de Tormes, amanece tal vez,
otra luz se respira, donde mi Bien
irrumpe y arrasa,
me resucita y libera por siempre
esta cárcel y estos hierros
en que el alma está metida
El final es la luz para todos
No importa que la mayoría camine a ciegas
Sin lazarillo y sin linterna.
El regalo es mayor que nosotros
Como una puesta de sol o un amanecer
Como una mariposa sobre una flor
Como dos que se aman
Así se hizo la luz.
De luz a luz caminan los humanos
Y es bueno decir que la vida es terrible
Llena de sorpresas terriblemente bella
porque estamos aquí
Como el Amigo Mayor que lo dio todo
Que perdonó
Que partió el pan
Que tuvo sed
Que prometió cuidar de nuestros sueños.
Aquí está toda la verdad:
El amor nos salva.
Descubrirlo me ayudó a nacer
Porque nos mira desde cada batalla
Con los brazos abiertos y sangrantes
Y una sonrisa tan libre como el cielo.
Solo tu hieres con pasión
Todas las refulgencias que
Te sienten con ardor.
Eres divina presencia
En cada carne, en cada pensar
Y me otorgas a mí experiencia
De tu sagrado expresar.
Poder transmitir la esencia
De tu fulgente existir
Esa es misión correcta
Que plasmas en mi vivir.
Esa hoguera de tu paz
Se refleja en vibraciones
Y es la voz de tu silencio
El altar de adoraciones
Para esparcir tu mensaje
En el plano de intenciones.
Como alumno de clemencia
Me heredas tu distinción
De sentirme tu hijo amado
En adusta comprensión.
Con placer y con razón
Humedeces a mi ser
Lo estremeces de poder
Con ingenio de visión.
Mi alma, y mi yo son de ti,
Tus despejas mis pecados
Con tu divinal sentir
Y me dejas naufragados
Los horrores del fingir.
Me mostraras la alborada
Del paraíso sutil
Y serás sangre adorada
Y furor del porvenir.
Sembrar será la promesa
De un majestuoso brillar
Faz de señorial belleza
El clamor de tu apresar.
Tener deseos de partir y no alejarme nunca.
Tener deseos de claridad y que la luz no rompa.
Ácida voz en mi lenguaje amargo.
Tener en cada instante
el vacío desnudo de tus ojos
y que tú no estés cerca.