PARRHESÍA

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(Poemas de la criatura)

Inicial

Tú, el Intenso, el Fugaz:

De amaneceres altivo

Y vencedor en el gozo

Tú, el Desatado de la muerte,

Musical en la piedra

O silente y dulcísimo

en el fragor del mar.

Tú, esplendor de lluvias,

Visitador astral y rumoroso

en la tiniebla de la carne,

A quien conocí en el Verbo

de las altas noches.

Tú me engendras

en el cántico y la luz.

1

Dentro de tus ojos mis afanes.

Dentro de tus ojos, mar fecundo,

y en tu mirar tan leve se perdía,

soñolienta, la torpeza de mi rostro.

Como animal pequeño,

arrancado de su urdimbre,

no acertara a despegar los párpados.

Dentro de tus ojos,

prístino mar, tu llanto.

En él mi pena se anega.

2

Facilitaré el verbo,

para Ti, el más hermoso,

voy a liberar la doblez

de la palabra.

Silencio de luz.

Sólo ante tus ojos

mi rostro perdura.

Torre de gracia, me despierto

a tu sombra y existe

en tu mirar, hondísima,

mi piel esclarecida.

3

Recuérdame en tu seno

donde se mora y es.

Perdida rosa.

Nunca transponer,

apenas increado,

el dintel de tu querencia,

pues gravita

alrededor de Ti el espanto.

Recuérdame en tu seno

donde la piel vehemente

muy dulce desnaciera

la impresión quebrada

de tu Aliento.

 

4

Vísteme de acanto,

pues yo muero por florecer

la Piedra consagrada.

Y toda carne que germina

dispersa en tu Belleza

te desea.

Vísteme de acanto

y seré templo vertido

en jubilosa altura

para contener tu fronda.

5

En tus ojos mido el mar

y me destierro navegando

más adentro del hastío.

O sumergida donde caracolas

ebrias de dulzura te coronen

en rutilante soledad.

Por Ti solo atravieso

los estuarios de la muerte,

tan amarga, y en tu muerte

me alzo hasta la osatura de la luz.

En tus ojos, trepando en tu mirar.

 

6

Restáurame en el ancho gozo,

dilectísimo  fulgor

que ampara y rige

la criatura en Ti despierta.

Devuélveme al regazo

esperante de los días,

donde el amor florece tan redondo

y exultara, cual abril en lunas,

la pesantez oscura

de mi carne al mediodía

sagrado de tu Rostro.

7

Tu palabra es

mi hora tranquila.

Sabor de la paciencia

lentamente degustado

en la pausa de mis venas.

Tu palabra.

Caricia de tu estancia

en mi carne,

mientras duerme el miedo.

 

8

Visítame en el Nombre

con el agua derramado.

Alcánzame en la distancia

de mí misma

que fulge con tu ausencia.

Cuidador de mi destino,

fecunda el llanto oscuro

que reclama tu piedad

y repara en tu seno ardiente

la piel gastada de mis días.

9

Decir tu Nombre

en los intersticios blancos

de la piedra,

en las vetas de dolor

que transfiguran el destino.

Tu Nombre alto y redondo,

quieto en mí, durmiente,

como en un invierno cálido.

Y estallan los odres de la muerte

en mis pupilas,

cuando en él se espeja

la madurez frutal del Universo.

 

10

Con la sangre rota

y el miedo acristalado

en mitad del tiempo.

Sobre las llagas de tus pies fecundas

se derrama ahora

el perfume inútil de mi vida.

¿Dónde estás carne del Amor,

Ausencia doliente

que edifica mis huesos?

¡Y tanto dolor abrazado a la fatiga

memorable de tus plantas!

11

Se vierte mi tristeza

Por el ancestral madero de tu Agonía

rezuma el dolor convulso

de la Tierra

sobre la costra sagrada

del  Árbol negro.

Gravitando hacia la muerte

Mas en tu cetro quiero ser

Mariposa refulgente

Y desplegar las alas

En el Cáliz abierto de tu herida

Información adicional

  • Autor: María del Sagrario Rollán
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