Reunidas las hermanas Martin una noche en el Carmelo de Lisieux, escuchaban admiradas historias de su infancia relatadas por Teresa. De aquella conversación surgiría el primero de los manuscritos. Habla María del Sagrado Corazón en los Procesos:
Una noche de invierno, después de Maitines, estábamos calentándonos sor Genoveva, nuestra Madre priora Inés de Jesús y yo, reunidas con sor Teresa. Esta nos contó dos o tres anécdotas de su niñez. Entonces yo dije a nuestra Madre priora, Inés de Jesús: «¿Cómo es posible que le permitáis componer pequeñas poesías para complacer a unas y a otras, y que no escriba para nosotras algo de sus recuerdos de la infancia? Ya lo verá, es un ángel que no vivirá mucho tiempo en la tierra, y entonces habremos pedido todos estos detalles tan interesantes para nosotras». En un primer momento, nuestra Madre vaciló, pero luego, ante nuestra insitencia, dijo a la Sierva de Dios que le gustaría que para el día de su santo le entregara el relato de su infancia (PO, 304v-305r).
Al terminar la conversación, por tanto, Madre Inés -por entonces priora- pidió a su hermana que consignara todos aquellos recuerdos en un cuaderno para ellas solas (cfr. Ms A, 2r). Por ello el manuscrito recoge gran cantidad de anécdotas que ahora pueden parecernos superficiales. Teresa fue premiosa en la recolección de episodios infantiles que sabía agradaría recordar a sus hermanas. Quizás, de sospechar una publicación más amplia, habría recortado de aquellos pasajes.
Entre enero de 1895 y el 20 de enero de 1896, Teresa redactara esos recuerdos de infancia y juventud, hasta los primeros episodios de su vida en el Carmelo. Es el Manuscrito A (Ms A). Inés nos dirá en los Procesos que su hermana escribió en el curso de ese año empleando únicamente los ratos libres (cfr. PO, 155vss). Más cercana a la redacción del Manuscrito estuvo Celina -sor Genoveva- con quien Teresa compartía el nacimiento de cada uno de los cuadernillos que componen el mismo. Celina nos informa que su hermana no tenía un plan prefijado cuando comenzó su trabajo, teniendo como único criterio fijo el recoger recuerdos que pudieran satisfacer a todos sus familiares (cfr. PO, 350vss).
Así pues, los Manuscritos -especialmente este primero- se asemejan más al género epistolar que al de las notas íntimas o los tratados espirituales, y en esta clave deben ser leídos. Esta clave nos permite comprender “el hechizo y la espontaneidad de Teresa” así como “la irradiación contagiosa de una personalidad como la suya, transparente al amor y la gracia de Dios” (OC, 70). Escuchemos a Jean Guitton: “Sus palabras son como oráculos [...]. Adivinamos cuál habría sido la palabra, si se hubiera quedado sólo en palabra. Puede decirse igualmente que, en su obra escrita, cada vez que se evade de la frase para encontrar la palabra, alcanza el verdadero estilo, dice lo que realmente quiere decir”.
En el Manuscrito A, es importante que tengamos en cuenta los siguientes temas:
El paso de una primera infancia feliz a las experiencias de “abandono” que marcan profundamente a Teresa (la muerte de la madre, la marcha de Paulina al Carmelo, etc.). Hay páginas en las que la Santa se describe nostálgica, añorante de un amor que no se esfume con el tiempo.
Su amor por la Eucaristía, presente desde la profunda experiencia con Cristo que supone su primera comunión.
La curación milagrosa gracias a la sonrisa de María, a la que abraza como madre desde ese momento.
La gracia de Navidad, con el inicio de su Carrera de Gigante y la conversión de Pranzini, impulso de su vocación -la salvación de todos- que se verá completada con el encuentro con los sacerdotes durante la peregrinación a Roma.
Los primeros años de vida en el Carmelo, coronados con la Ofrenda al Amor Misericordioso.