EL ABUELO (1.969)
Sentado a la lumbre
muy cerca del fuego
sus manos nervudas
de flácidos dedos
acerca a la llama.
Está ya tan viejo
que apenas si puede
sostener su cuerpo
y es blanco, muy blanco
el escaso pelo
que cubre las sienes
del pálido abuelo.
No aparta un instante
sus ojos del suelo
queriendo saber
aquello que viene
después del soplo
del último cierzo.
Y cuando nos llama
tan tenue, tan lento,
parece que llora
la voz del abuelo