El deseo en el crecimiento humano y espiritual.
Mistagogía teresiana para la vida cotidiana.
Sin la pulsión del deseo, el hombre no puede aspirar a la felicidad y plenitud de su existencia. Pero un deseo engañoso, inauténtico, una ‘caricatura del deseo’ puede conducir al fracaso total. Por eso Dios se hace presente a nuestro anhelo infinito como Deseo y como deseable. Dios es la Fuente en la que se origina el deseo humano. El deseo es don y vocación, y el hombre ‘anhelo de Dios’, lo sepa o no.
Sobre todo, esto Teresa de Jesús tiene mucho que contarnos y enseñarnos. En ella encontramos la confidencia y narración de su experiencia del deseo humano y divino. Y también la sistematización de esta experiencia en un itinerario, en un proceso evolutivo, ascendente e interiorizante, que nos permite ver los pasos del deseo en el camino de nuestra vida. Imprescindibles ambas perspectivas, constituyen la mistagogía teresiana del deseo. Nos devuelven, como un espejo, la imagen de nuestra propia itinerancia dentro del dinamismo de la vida teologal; nos enseñan a conocer y gustar el deseo que Dios tiene de nosotros, a discernir nuestros deseos, a aprender a desear según Dios, a abandonarnos a la fuerza transformante del deseo divino y a dejarnos colmar por Él.
Son cuestiones esenciales para alcanzar la madurez cristiana. Y Teresa nos ayuda a profundizar en una espiritualidad atenta a las cuestiones antiguas y siempre nuevas: el anhelo infinito del corazón humano en busca de sentido, vida y plenitud.